Fue un primero de abril
El golpe militar de 18 de julio de 1936 abría un conflicto armado en nuestro país que durante tres años y cuarenta más supuso la imposición cruenta del fascismo. Pero muchos olvidan que fue otro golpe militar el que acabara con la República en 1939.
Soldados republicanos en la Ciudad Universitaria de Madrid- Fotografía de Robert Capa
Todos solemos recordar en estas fechas el famoso parte de guerra del Cuartel General sublevado, el cual ponía “supuestamente” final a la contienda armada iniciada en 1936…
“...Cautivo y desarmado el Ejército Rojo, las tropas nacionales han alcanzado sus objetivos.
La guerra ha terminado. Burgos 1º de abril de 1939...”
Pero este parte de guerra no era fruto de una victoria militar aplastante sobre la República, ni la rendición tras una gran batalla… era fruto del golpe que el coronel Casado junto con otros militares del ejército republicano realizaban contra el gobierno del socialista Juan Negrín. Un golpe auspiciado por una parte del PSOE encabazada por Julián Besteiro y con el apoyo de la CNT y los republicanos de izquierdas, que influidos por el ambiente derrotista consecuencia de la ocupación de Cataluña y envueltos en el anticomunismo, daban el golpe final a la República. Las armas se volvieron del frente a la retaguardia, los antiguos compañeros se enfrentaron en un triste “canto del cisne” republicano que dio como resultado escaramuzas internas, prisión para los comunistas que caían en manos de los casadistas… mientras del otro lado Franco y sus generales, frotándose las manos, preparaban la ocupación de toda la zona centro y el levante en manos del gobierno legítimo de la República… y el más preciado tesoro, Madrid.
Fue un auténtico desastre, pues en apenas unos días los frentes se derrumbaban y soldados y población civil emprendían la carrera hacia los puertos del levante esperando poder huir de lo que se avecinaba. Casado, Besteiro, Miaja, Mera… habían desencadenado uno de los desastres humanitarios más grandes de la Historia reciente de España. No fue posible organizar la evacuación, ni la resistencia, ni una rendición condicionada… simplemente la República se desplomaba sobre aquellos/as que la habían construido y defendido. Los puertos se abarrotaron de personas que querían huir del desastre, pero los barcos ya no se acercaban a los puertos ante el miedo y la cobardía, hubo excepciones, pero no las suficientes como para salvar a la masa humana que intentaba salvar la vida, y que acabarían en campos de concentración como el de Albatea.
Negrín pasaría a la “historia de los malditos” y sólo hace unos años sería rehabilitado por el PSOE. Sin embargo, sus compañeros/as de camino en la resistencia a ultranza esperando la internacionalización del conflicto, los/as comunistas, nunca serían rehabilitados, ni falta que les hacía.
El final de la guerra abrió paso a la resistencia frente al régimen fascista de Franco, y fueron precisamente esos “malditos” los que la organizaron, a través de la guerrilla, de la creación de redes en las ciudades y pueblos de toda España, dando lugar a leyendas tan reales como la de “las trece rosas”. Una guerrilla que pervivió hasta bien entrados los años 50, la Pirenaica “Radio Independiente de España”, Julián Grimau, Mundo Obrero… por que la consigna fue siempre “primero ganar la guerra”.
La transición silenció sus voces y recuerdo, y mientras ellos/as yacen en la amnesia colectiva provocada como pago a la “democracia”, son otros los nombres que siguen en calles, plazas, mausoleos… los de aquellos que sí ganaron la guerra, pero perdieron la paz.
Juan Francisco Arenas de Soria